Una iglesia conforme al corazón de Dios 2da edición: Cómo la iglesia puede reflejar la gloria de Dios

Una iglesia conforme al corazón de Dios 2da edición: Cómo la iglesia puede reflejar la gloria de Dios

by Miguel Núñez
Una iglesia conforme al corazón de Dios 2da edición: Cómo la iglesia puede reflejar la gloria de Dios

Una iglesia conforme al corazón de Dios 2da edición: Cómo la iglesia puede reflejar la gloria de Dios

by Miguel Núñez

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Overview

Las causas de los problemas en la iglesia pueden ser diversas, pero la raíz de estos problemas es el alejamiento de la palabra de Dios.

Si la base no esta bien, el resto del edificio probablemente no luzca bien. En su nuevo libro, el reconocido pastor Miguel Núnez reflexiona sobre cuán poco saludable se  ha vuelto la iglesia contemporánea y nos muestra cómo aportar a sanarla para que esta pueda servir en su propósito inicial.

Tenemos la gran responsabilidad de honrar la institución que el Señor llamo su novia, y la forma de hacerlo es realizar un pacto de arrepentimiento a los pies de la cruz y conformarse al estándar de Su palabra.

A Church After God's Own Heart
 
The troubles of the church may be multiple, but the root of these troubles is the church's distance from the Word of God.

If the foundation is unstable, the rest of the building may not look too good. In his new book, the well-known Latino pastor Miguel Núñez reflects on how unhealthy the contemporary church has become and shows us how we can contribute to the healing of the church so that it can reflect its original purpose.
We have the great responsibility of honoring this institution the Lord called his bride, and the way to do that is bowing in repentance at the foot of the cross and conforming to the standard of His Word.

Product Details

ISBN-13: 9781535901390
Publisher: B&H Publishing Group
Publication date: 07/01/2018
Pages: 384
Sales rank: 1,105,273
Product dimensions: 5.90(w) x 8.90(h) x 1.10(d)
Language: Spanish
Age Range: 3 Months to 18 Years

About the Author

El Dr. Miguel Núñez (MD, DMin.), sirve como el pastor titular de la Iglesia Bautista Internacional (IBI) en Santo Domingo, República Dominicana, y es el presidente y fundador del Ministerio Integridad y Sabiduría, que tiene como visión impactar la generación de hoy con la revelación de Dios en el mundo hispano-parlante. Es además el presidente del Instituto Integridad y Sabiduría donde también es parte del equipo docente.
 Es médico de profesión con especialidades en medicina interna y enfermedades infecciosas. En el área ministerial cuenta con una maestría en teología del Southern Baptist School for Biblical Studies y doctorado ministerial del Southern Baptist Theological Seminary.
Es el co-conductor del programa de televisión "Respuestas: Verdades Absolutas para un Mundo Relativo", el cual es transmitido a través de toda Latino América y extendido a otros países, presentando una cosmovisión bíblica a una variedad de problemas. Miguel ha escrito varios libros y artículos es invitado como conferencista con frecuencia por toda Latino América y Estados Unidos.
Él vive en Santo Domingo con su esposa de más de 30 años, la Dra. Catherine Scheraldi, quien todavía está en la práctica de la medicina.
 
 Dr. Miguel Núñez, MD, DMin. serves as the senior pastor of the International Baptist Church in Santo Domingo, and is the founding president of Wisdom & Integrity Ministries, which has as it’s vision, to impact today’s generation with God's revelation in the Spanish-speaking world. In addition he is the President of the Wisdom and Integrity Institute, as well as a member of the teaching staff.
He is a medical doctor by trade with specialties in Internal Medicine  and Infectious Diseases. In the area of ministry he has a master degree in Theology from the Southern Baptist School for Biblical Studies and a Doctor of Ministry from the Southern Baptist Theological Seminary.
He's the co-host of the TV show "Respuestas: Verdades Absolutas para un Mundo Relativo" (Answers: Absolute Truths for a Relative World), which is transmitted all over Latin America with extension into other countries, presenting the Biblical worldview on a variety of issues. Miguel has authored sevaral volumes and articles and is a frequent guest speaker throughout Latin America and the US. 
He lives in Santo Domingo, with his wife of over 30 years, Dr. Catherine Scheraldi, who is still in the practice of medicine.

Read an Excerpt

CHAPTER 1

EL PROPÓSITO DE LA IGLESIA

«En Él también hemos obtenido herencia, habiendo sido predestinados según el propósito de aquel que obra todas las cosas conforme al consejo de su voluntad, a fin de que nosotros, que fuimos los primeros en esperar en Cristo, seamos para alabanza de su gloria. En Él también vosotros, después de escuchar el mensaje de la verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído, fuisteis sellados en Él con el Espíritu Santo de la promesa».

Efesios 1:10b-13

Escribir un libro acerca de la iglesia que Dios quiere sin antes hablar del propósito de esa iglesia según la revelación de Dios es como hablar de que estamos vivos, pero no sabemos para qué. El propósito de la iglesia nos habla de la razón de su existencia. Entender este propósito nos ayuda a definir las metas que debemos perseguir y nos permite entender de qué manera y hasta dónde es posible que una iglesia haya podido desviarse del plan original de Dios.

Sobre la iglesia, existen muchos malentendidos y, entre estos, se encuentra incluso la definición misma de lo que constituye una iglesia. Si no entendemos el concepto de iglesia, mucho menos comprenderemos su propósito.

Para muchos, la iglesia es simplemente una institución; por eso, piensan que una de las cosas más importantes son sus reglamentos, sus estatutos y su constitución. Hemos asistido a múltiples reuniones donde los términos reglamentos y estatutos se mencionaron con mucha más frecuencia que términos como Biblia, Dios, Cristo, Espíritu Santo, Su Palabra, el cuerpo de Cristo, Su causa, y palabras que la Biblia relaciona íntimamente con la Iglesia de Dios. Los documentos legales de una iglesia son importantes, pero no le dan vida a la iglesia y, como la letra mata, muchas veces estos documentos contribuyen a matar el espíritu de esa iglesia si no son vistos y tratados como secundarios a la revelación de Dios. Algunas personas pueden argumentar que, si los documentos fueron inspirados en la Biblia, cada vez que nos referimos a ellos podemos asumir que estamos haciendo uso de la Palabra de Dios, por lo menos de manera indirecta. Este es un argumento frecuente, pero no es válido. Uno de los grandes problemas es que, a menudo, aquello que se asume como verdadero, con el paso del tiempo, simplemente termina siendo ignorado y eso es lo que ha ocurrido con la Biblia.

Para otros, la iglesia es un edificio y por lo tanto su propósito, en ocasiones, se reduce a embellecerlo y a realizar actividades que no tienen un impacto más allá de los cuatro muros del inmueble. Pero como las paredes son frías, esos lugares muchas veces se sienten igual de fríos. No olvidemos jamás que la gloria de Dios es la meta del plan de Dios que debe reflejarse en las personas alcanzadas por el evangelio (Ef. 1:13) y que todo lo demás (actividades, tareas, finanzas) es secundario. Si lo que hacemos no termina alcanzando al perdido ni ministrando al pueblo de Dios, hemos fracasado en cumplir el propósito de redención. Tenemos que cuidarnos de no usar a la gente para llevar a cabo nuestras actividades, en vez de usar las actividades para alcanzar a la gente.

Para otros, la iglesia es una especie de club social que sirve para hacer amigos o para que sus hijos tengan amistades cristianas con quienes salir y, con el tiempo, incluso casarse. Pero como eso debe ser un «beneficio» (en realidad, una bendición) colateral y no un propósito propiamente dicho, el resultado es que la iglesia termina no teniendo más valor que cualquier institución adonde se va a socializar y adonde uno acude para servirse y no para servir.

Más aún, hay quienes ven la iglesia como un lugar adonde asistir los domingos para cumplir con Dios, de manera que el Señor los bendiga durante la semana, como aquel que respeta un semáforo para no tener que pagar una multa. Para este grupo, la iglesia es como un seguro de vida que le garantiza su salvación, cuando en realidad la iglesia no representa ninguna seguridad de salvación. Aunque reconocemos que la iglesia fue instituida por Cristo para proclamar el mensaje de salvación, debe quedar claro que la salvación la da el Señor Jesucristo de manera personal y no a través de ninguna institución.

De igual modo, muchos asisten a la iglesia porque allí se sienten bien después de toda una semana en la que pensaron poco o nada en Dios. En ese caso, la iglesia es una especie de tranquilizante que calma la conciencia cuando está agitada.

Otros ven la iglesia como un grupo de personas dedicadas a la evangelización, y domingo tras domingo eso es lo único que se hace en estas congregaciones. Pero aquellos que fueron evangelizados años atrás ya perdieron el interés de «ser evangelizados» una y otra vez cada domingo y terminan yendo a buscar otros pastos. De igual modo, tampoco podemos hacer de la iglesia un mero lugar de instrucción. En este tipo de congregación, hay poca adoración y poca intimidad con Dios, ya que ninguna de ellas forma parte de las metas principales, sino solo la educación del intelecto. Si el propósito es la instrucción, podríamos terminar creando personas con «doctorados» en Biblia, pero con escasos deseos de intimar con Dios y a veces con poca motivación para salvar almas perdidas, animar a los desalentados, sostener a los débiles y ser pacientes con todos, como nos exhorta Pablo en 1 Tesalonicenses 5:14. Si hay algo que valoro, es la enseñanza bíblica y, de hecho, hemos dedicado muchos años al estudio y a la enseñanza; pero, si nos descuidamos, este conocimiento puede llegar a envanecernos (1 Cor. 8:1).

La evangelización del mundo

Cuando el foco primario es la evangelización de las personas, con frecuencia se termina haciendo del hombre el centro del plan de Dios, en lugar de que lo sea la gloria de Dios, como ya mencionamos. En muchos casos, en el esfuerzo por evangelizar a los perdidos, adoptamos programas que comprometen los principios bíblicos porque erróneamente pensamos que «el fin justifica los medios», el fin de salvarlos justifica la manera como lo hacemos. Si el ser humano pasa a ser el centro, la iglesia se encontrará más preocupada por la manera en que las personas se sienten al venir a la iglesia que por la forma en que Dios piense de nosotros. Cuando esto ocurre, tendemos a comprometer la predicación por temor a que algunos no se sientan bien; entonces introducimos mucha música, pero poca adoración; mucha actividad, pero poca intimidad; un gran tamaño, pero con mucho engaño, y así podríamos seguir.

La iglesia de hoy necesita volver a preguntarse: ¿cuál es el propósito número uno de la iglesia? Y la respuesta que la Palabra ofrece es unívoca: la gloria de Dios. El texto de Efesios es sumamente claro:

«[S]egún nos escogió en Él antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de Él. En amor nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia que gratuitamente ha impartido sobre nosotros en el Amado. En Él tenemos redención mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados según las riquezas de su gracia que ha hecho abundar para con nosotros. En toda sabiduría y discernimiento nos dio a conocer el misterio de su voluntad, según el beneplácito que se propuso en Él, con miras a una buena administración en el cumplimiento de los tiempos, es decir, de reunir todas las cosas en Cristo, tanto las que están en los cielos, como las que están en la tierra. En Él también hemos obtenido herencia, habiendo sido predestinados según el propósito de aquel que obra todas las cosas conforme al consejo de su voluntad, a fin de que nosotros, que fuimos los primeros en esperar en Cristo, seamos para alabanza de su gloria. En Él también vosotros, después de escuchar el mensaje de la verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído, fuisteis sellados en Él con el Espíritu Santo de la promesa, que nos es dado como garantía de nuestra herencia, con miras a la redención de la posesión adquirida de Dios, para alabanza de su gloria» (Ef. 1:4-14).

La glorificación de Dios

Tres veces en este texto se nos recuerda que fuimos salvados para la alabanza de Su gloria y, de igual modo, varias veces se enfatiza que Dios nos escogió según el consejo de Su voluntad, de manera que cuando Dios se propuso formar Su Iglesia lo hizo con la idea de glorificar Su nombre. Y si eso es cierto, y sabemos que lo es, es importante definir qué es la gloria de Dios. En hebreo, la palabra gloria es kabowd, que deriva de una raíz que significa, 'pesado algo que no es ligero o sencillo', y en griego es la palabra doxa que originalmente significó 'opinión'. De este modo, al hablar o hacer algo, deberíamos hacerlo de una manera que ensanche la opinión que el otro tiene sobre nuestro Dios.

Por otro lado, por el contexto en que se usa en algunos pasajes de la Biblia, la palabra gloria significa 'honor, excelencia, reputación'. También se usa para significar la luz o la brillantez que rodea a Dios, como ocurre en la Septuaginta. Cuando Dios nos permite ver lo que Él es, lo que se manifiesta es Su gloria. La gloria de Dios engloba todo lo que Él es, Sus atributos: poder, gracia, amor, misericordia, omnisciencia, omnipotencia, sabiduría, eternidad ... Y todo eso es proyectado hacia fuera de Él. El Salmo 19:1 dice: «Los cielos proclaman la gloria de Dios, y la expansión anuncia la obra de sus manos». La grandeza del universo y la sabiduría requerida para que funcione en armonía reflejan solo en parte lo que Dios es. Ahora bien, el universo no refleja atributos como el amor, la gracia, la misericordia y la justicia de Dios; por lo tanto, se queda corto en la demostración de la naturaleza de Dios. Pero Su Hijo, a través de Su sacrificio en la cruz, termina revelando el amor, la gracia, la misericordia y la justicia; y de este modo completa la revelación de la gloria del Dios creador del cielo y de la tierra. El Hijo colgado de un madero mostró aquellos atributos de Dios que el universo no podía mostrar. La cruz puso de manifiesto un aspecto de la gloria de Dios que el universo en toda su grandeza no es capaz de manifestar. Es sobre ese Cristo clavado y traspasado y luego resucitado que Su Iglesia fue construida.

Dios hace todo para Su propia gloria y la iglesia como institución no es la excepción. Isaías 43:7 afirma: «[A] todo el que es llamado por mi nombre y a quien he creado para mi gloria, a quien he formado y a quien he hecho». Es evidente que estas palabras incluyen a cada persona que Dios llamó a formar parte de Su Iglesia. Dios nos creó para Su gloria y, cuando lo echamos todo a perder, nos salvó para Su propia gloria. Nuestra salvación glorifica, exalta, proclama Su gracia, que se manifestó cuando, sin merecerlo, nos otorgó el perdón; y mediante ese perdón pasamos de la muerte a la vida y de ser hijos de la ira a ser hijos de Dios. No olvidemos que nuestra salvación no le agrega nada a Dios. Él no está más completo o más satisfecho con nuestra salvación, puesto que Dios está satisfecho en sí mismo. Nuestra salvación proclama Su gracia y eso lo glorifica porque pone de manifiesto quién es Él. De nuevo, por si aún no quedó claro, cuando Dios se glorifica a sí mismo, pone de manifiesto Sus atributos, tal cual lo hace en el universo (el firmamento) y como lo puso de manifiesto Su Hijo. Tenemos que entender que, cuando Dios actúa para Su propia gloria, los únicos beneficiados somos nosotros. Cuando Dios despliega Su poder, nada se agrega a Su ser. Nosotros somos favorecidos cuando Su poder nos protege, nos levanta, nos sostiene. Y cuando Él lo hace en condiciones extremas como lo hizo en el desierto durante 40 años o cuando levantó a Cristo de entre los muertos, entonces Él es glorificado al dar a conocer Su poder. Cuando Dios despliega Su sabiduría, no se hace más sabio ni tampoco se siente orgulloso de cuanto sabe, como ocurre con los humanos; o cuando nos otorga Su gracia, Él no se siente magnánimo ... Esas son emociones humanas fruto de nuestra caída. Menciono todo esto para que entendamos que Dios no busca beneficiarse al glorificarse porque, desde toda la eternidad, nuestro Dios permaneció inmutable, independientemente de cuántas personas o ángeles hayan querido reconocerlo o adorarlo. Dios nunca ganó ni perdió nada; Él nunca sufrió ningún cambio ni para bien ni para mal: Él es Dios. El despliegue de Sus atributos solo nos beneficia a nosotros. Si comprendemos esto, quizás podamos entender mejor por qué Dios levantó Su Iglesia para Su propia gloria: la iglesia como escenario para revelar Su naturaleza santa, benevolente, sabia y poderosa. Miremos cómo Efesios 3:10 apoya esta idea que acabo de mencionar: «[A] fin de que la infinita sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en las regiones celestiales». Dios quiso mostrarse a través de Su Iglesia y, por medio de ella, «enseñar» a los seres angelicales sobre Su naturaleza y Su carácter. La iglesia es un instrumento de enseñanza y de glorificación en las manos de Dios.

Cuando todo sea dicho y hecho, la iglesia redimida en los cielos cantará la gloria de Dios por los siglos de los siglos (Apoc. 5; 7:9-12).

Asistí a retiros, seminarios y reuniones cristianas, algunos de varias horas de duración y otros incluso de varios días, donde el ser humano, sus esfuerzos, su afán y su necesidad de redención se mencionaban de manera reiterativa, pero donde la frase «la gloria de Dios» brilló por su ausencia tanto en las canciones, como en los sermones y en los comentarios. Cristo dijo una y otra vez que Su propósito en la tierra era glorificar a Su Padre. En Juan 12:27-28 vemos una ocasión en la que estuvo meditando acerca de su muerte:

«Ahora mi alma se ha angustiado; y ¿qué diré: "Padre, sálvame de esta hora"? Pero para esto he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Y le he glorificado, y de nuevo le glorificaré».

La motivación de la iglesia

En este texto de Juan vemos que el Señor Jesús, en vez de huir de la experiencia, le pide al Padre: «Padre, glorifica tu nombre». Cristo muere movido por la pasión de glorificar a Su Padre y, a su vez, el Padre tiene pasión por glorificar a Su Hijo. Cuando Cristo dice: «Padre, glorifica tu nombre», el Padre responde: «Y le he glorificado, y de nuevo le glorificaré». De la misma forma, Cristo envía a Su Iglesia a glorificar al Padre. Ese era el propósito número uno de la venida de Cristo, de manera que la iglesia no puede hacer menos. De ahí que la pasión por la gloria de Dios debe permear cada actividad de la Iglesia de Cristo. Con regularidad debemos evaluar todo lo que hacemos en la iglesia y preguntarnos por qué lo estamos haciendo. Si la respuesta no es para la gloria de Dios, entonces tendremos que revisar cuál es la motivación real: si no es Dios, todo lo demás es secundario. Ahora bien, las cosas no son para la gloria de Dios solo porque lo afirmemos con nuestros labios, sino si, de manera intencional con nuestro modo de hablar y vivir, procuramos engrandecer la imagen de Dios en la mente de los demás y porque el crédito es atribuido solo a nuestro Dios y a nadie más.

A continuación, a modo de ilustración, aparecen algunas preguntas que pueden ayudarnos a pensar cómo podríamos comenzar nuestra introspección:

1. ¿Por qué enseño a los niños en la iglesia?

2. ¿Por qué diezmo?

3. ¿Por qué canto?

4. ¿Por qué hago cualquier otra actividad?

Tal vez, mucha gente que trabaja para Dios nunca se haya preguntado por qué hace lo que hace o cuál es su motivación principal. Desde el inicio de nuestra existencia como iglesia, adoptamos el lema «Viviendo en la Palabra para la gloria de Dios». Del mismo modo, nuestra visión termina con la frase «hasta que la gloria de Dios cubra la tierra». No queremos olvidar la razón para la cual fuimos creados, perdonados, redimidos y ahora preservados. La iglesia que Dios me dio el privilegio de presidir también adoptó una serie de valores no negociables, el primero de los cuales dice: «Nuestra motivación para existir es conocer, amar y glorificar a Dios». Si entendemos que la gloria de Dios es suprema, cuidaremos nuestro andar; las formas de hablar, de alabar, de predicar; la metodología al evangelizar; el modo de adorar a Dios y todo lo relacionado con la vida de iglesia.

(Continues…)


Excerpted from "Una Iglesia Conforme al Corazon de Dios"
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Copyright © 2018 Miguel Núñez.
Excerpted by permission of B&H Publishing Group.
All rights reserved. No part of this excerpt may be reproduced or reprinted without permission in writing from the publisher.
Excerpts are provided by Dial-A-Book Inc. solely for the personal use of visitors to this web site.

Table of Contents

Prólogo,
Introducción,
Primera parte: La iglesia y su función en un mundo caído,
Capítulo 1: El propósito de la iglesia,
Capítulo 2: El fundamento de la iglesia,
Capítulo 3: Disciplina y santidad de la iglesia,
Capítulo 4: La iglesia y el mundo,
Segunda parte: La iglesia de nuestros días,
Capítulo 5: La mayor herejía de nuestros días: el evangelio de la prosperidad,
Capítulo 6: Y entonces, ¿cómo evangelizaremos?,
Capítulo 7: La iglesia y el movimiento de consejería de nuestros días,
Capítulo 8: La iglesia en medio de la apostasía de nuestros días,
Capítulo 9: La iglesia y el movimiento de guerra espiritual,
Capítulo 10: La armadura de Dios o la armadura del hombre,
Tercera parte: Cómo sanar a la iglesia de hoy,
Capítulo 11: La división: la plaga de la iglesia,
Capítulo 12: La cura del descontento en la iglesia,
Capítulo 13: El legalismo dentro del pueblo de Dios,
Capítulo 14: La iglesia de «los unos y los otros»,
Cuarta parte: La iglesia y su liderazgo,
Capítulo 15: Un líder de Dios para un tiempo como este,
Capítulo 16: De ancianos y diáconos,
Capítulo 17: Las ovejas y sus responsabilidades,
Conclusión: La necesidad de reformar la iglesia de nuestros días,
Bibliografía,

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